Mateo
Mateo 15
--¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.
El les respondió diciendo: --¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por causa de vuestra tradición?
Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y El que maldiga a su padre o a su madre muera irremisiblemente.


Pero vosotros decís que cualquiera que diga a su padre o a su madre: "Aquello con que hubieras sido beneficiado es mi ofrenda a Dios",
no debe honrar a su padre. Así habéis invalidado la palabra de Dios por causa de vuestra tradición.
¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros diciendo:
Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.
Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres.
Entonces, llamando a sí a la multitud, les dijo: --¡Oíd y entended!
Lo que entra en la boca no contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: --¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír esas palabras?
Pero él respondió y dijo: --Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada.
Dejadlos. Son ciegos guías de ciegos. Pero si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.
Respondió Pedro y le dijo: --Explícanos esta parábola.
Jesús dijo: --¿También vosotros carecéis de entendimiento?
¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y sale a la letrina?
Pero lo que sale de la boca viene del corazón, y eso contamina al hombre.
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las inmoralidades sexuales, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias.
Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.
Cuando Jesús salió de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea que había salido de aquellas regiones, clamaba diciendo: --¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero él no le respondía palabra. Entonces se acercaron sus discípulos y le rogaron diciendo: --Despídela, pues grita tras nosotros.
Y respondiendo dijo: --Yo no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Entonces ella vino y se postró delante de él diciéndole: --¡Señor, socórreme!
El le respondió diciendo: --No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos.
Y ella dijo: --Sí, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus dueños.
Entonces respondió Jesús y le dijo: --¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sana desde aquella hora.
Cuando Jesús partió de allí, fue junto al mar de Galilea, y subiendo al monte se sentó allí.

Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó;
de manera que la gente se maravillaba al ver a los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorificaban al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y dijo: --Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.
Entonces sus discípulos le dijeron: --¿De dónde conseguiremos nosotros tantos panes en un lugar desierto, como para saciar a una multitud tan grande?
Jesús les dijo: --¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: --Siete, y unos pocos pescaditos.
Entonces él mandó a la multitud que se recostase sobre la tierra.
Tomó los siete panes y los pescaditos, y habiendo dado gracias los partió e iba dando a los discípulos, y los discípulos a las multitudes.
Todos comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas llenas de lo que sobró de los pedazos.
Los que comían eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Entonces, una vez despedida la gente, subió en la barca y se fue a las regiones de Magdala.