2 Tesalonicenses



2 Tesalonicenses 2


Ahora, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,


que no seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor.


Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición.


Este se opondrá y se alzará contra todo lo que se llama Dios o que se adora, tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios.


¿No os acordáis que mientras yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?

Tweet thisPost on Facebook

Ahora sabéis qué lo detiene, a fin de que a su debido tiempo él sea revelado.

Tweet thisPost on Facebook

Porque ya está obrando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene.


Y entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el soplo de su boca y destruirá con el resplandor de su venida.


El advenimiento del inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos,


y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.


Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira,


a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

Tweet thisPost on Facebook

Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad.


Con este fin os llamó Dios por medio de nuestro evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

Tweet thisPost on Facebook

Así que, hermanos, estad firmes y retened las doctrinas en que habéis sido enseñados, sea por palabra o por carta nuestra.


Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos dio eterno consuelo y buena esperanza,


anime vuestros corazones y os confirme en toda obra y palabra buena.

Tweet thisPost on Facebook






This goes to iframe