Hebreos



 


Dios, habiendo hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas,


en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por medio de quien, asimismo, hizo el universo.


El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Y cuando había hecho la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.


Fue hecho tanto superior a los ángeles, así como el nombre que ha heredado es más excelente que el de ellos.


Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y otra vez: Yo seré para él, Padre; y él será para mí, Hijo?


Otra vez, al introducir al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.


Y de los ángeles dice: El hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores llama de fuego;


mientras que del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos; cetro de rectitud es el cetro de tu reino.


Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con aceite de alegría, más que a tus compañeros.


Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos.


Ellos perecerán, pero tú permaneces; todos ellos se envejecerán como un vestido.


Como a manto los enrollarás, y serán cambiados como vestido. Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.

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¿Y a cuál de sus ángeles ha dicho jamás: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?


¿Acaso no son todos espíritus servidores, enviados para ministrar a favor de los que han de heredar la salvación?







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