Cantares



Cantares 6


Mi amado descendió a su huerto, al almácigo de las especias, para apacentar en los jardines y para recoger los lirios.


¡Yo soy de mi amado, y mi amado es mío! El apacienta entre los lirios.


¡Qué bella eres, oh amada mía! Eres como Tirsa, atractiva como Jerusalén e imponente como ejércitos abanderados.


Aparta de mí tus ojos, porque ellos me doblegan. Tu cabello es como manada de cabras que se deslizan por las laderas de Galaad.


Tus dientes son como rebaños de ovejas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría.


Tus mejillas parecen mitades de granada, a través de tu velo.

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Hay sesenta reinas, ochenta concubinas y un sinnúmero de jóvenes mujeres.

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¡Pero una sola es mi paloma, mi perfecta! Ella es la única hija de su madre, quien la considera predilecta. La ven las mujeres y la llaman: "Bienaventurada." Las reinas y las concubinas la alaban diciendo:

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"¿Quién es aquella que raya como el alba y es bella como la luna, radiante como el sol e imponente como ejércitos abanderados?"

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Al huerto de los nogales descendí, para ver los retoños del valle, para ver si las vides ya han florecido; si han brotado los granados.


Y antes que me diese cuenta, mi alma me puso sobre los carros de mi generoso pueblo.

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¡Vuelve, vuelve, oh Sulamita! ¡Vuelve, vuelve; queremos mirarte! ¿Qué habréis de observar en la Sulamita, cuando danza en medio de los dos campamentos?

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